viernes, 30 de noviembre de 2012

Y SEVILLA SE VISTIÓ DE VERDE Y ORO



Un domingo de noviembre será ya imborrable para la Hermandad del Borriquillo. Los que tuvimos la oportunidad de acompañar a la Banda del Amor por las calles de Sevilla nunca podremos olvidar la música que con tanto Amor inundó las orillas del Guadalquivir. Fue la madrugada del 25 de noviembre cuando los hermanos y hermanas de nuestra Cofradía así como otros tantos amigos cofrades nos reunimos para emprender camino. Por delante quedaba todo; emoción contenida, caras de responsabilidad, apoyo de la familia que con tanto cariño mimaba hasta el último detalle antes de que nuestra banda se pusiera a hacer lo que mejor sabe. 



Una vez en Sevilla nos encaminamos a los pies de la Santa Iglesia Catedral donde nuestros músicos comenzaron a calentar en corro. El simple eco de las cornetas ya nos aceleró el pulso. Alrededor todo era un mosaico multicolor de uniformes y bandas. Tocaba dar lo mejor de cada uno, y Sergio Expósito lo sabía. Le tocaba hacer el primer solo con la boquilla fría, como me acababa de comentar, ante la mirada de todos los allí presentes. Y la Giralda fue testigo de nuestra “Canción Triste”.



Es admirable la compostura, la tranquilidad de saberse capaz, todos esos ensayos a la espalda que confieren a la Banda del Amor casi un aire de suficiencia. Y esa misma actitud se muestra como una virtud que nos asombra a los que vamos acompañándolos a lugares donde a cualquiera de nosotros nos parecería imposible sujetar los nervios. Pero continúo, porque la banda se encaminó hacia el Arco del Postigo, lugar emblemático para cualquier conocedor de la Semana Santa de Sevilla. ¡Cuántos momentos únicos se han vivido bajo esa arcada blanca y albero! Todavía recuerdo al mismísimo Antonio Santiago, capataz ilustre, mandar con voz firme y serena a los costaleros de la Cofradía de los Estudiantes no hace tanto. Y esa imagen me viene a la memoria cuando escucho la melodía de “Domingo de Ramos y Palmas” mientras la banda desfila acariciando los gastados adoquines del casco antiguo de Sevilla.



Un momento…sí, paseamos junto a la Maestranza y la estatua de Curro Romero observa el estandarte del Amor enfilar hacia el río. Ahí está la Torre del Oro, al final del paseo de palmeras flanqueado por el Guadalquivir. Y todos vamos revoloteando alrededor intentando no perder detalle, cámara en mano como si quisiéramos atesorar cada instante en nuestra memoria porque sabemos que esto es historia. Uno tiene esa sensación, como cuando se abren las puertas de la Trinidad cada año y se te saltan las lágrimas bajo el capirucho escuchando “Al Rey de la Trinidad”.


Se acerca el momento que tanto esperamos, el Certamen Nacional “Madre Cigarrera” al que la Banda del Amor ha sido gentilmente invitada por la Banda de las Cigarreras de Sevilla con motivo de la festividad de Santa Cecilia. Entre tanto nuestras familias se acomodan entre el público, los músicos pasean por las instalaciones de la banda de las Cigarreras, observando los cuadros, el local de ensayo, ese que tantas veces han visto en fotos. Saben que van a ser protagonistas hoy, y se les nota la emoción y la alegría de disfrutar con estos momentos previos.



El presentador anuncia nuestra banda y nos hacemos notar con una ovación cerrada. Uno a uno se van colocando los apenas 45 músicos sobre el escenario. La puesta en escena es impecable, cada uno ocupa su lugar hasta que Cristóbal López Gándara toma la batuta. Entonces se hace el silencio entre la multitud que aguarda expectante. El silencio de Sevilla siempre me ha intrigado. Es un silencio sabedor, experto, porque reconoce lo bueno en un compás. Me siento orgulloso de ver a tanta gente poniendo oído. “Refúgiame” acaricia nuestros corazones a los pies de la Torre del Oro en honor a su compositor. Porque nuestra banda bebe de fuentes nobles y respeta lo verdadero así que hoy vienen a devolver aquello que se les entregó hace ya diez años. La inspiración para echar a andar, para emprender un camino de esfuerzo e ilusión que hoy culmina aquí.



“Ecos en San Lorenzo” comienza enérgica, como la avezada y experta batuta de nuestro director. Un talento joven y lleno de sabiduría que todos admiramos. ¿Cómo es posible que con tanta juventud se tenga ese aplomo? Cuando Cristóbal dirige la banda fluye. Y esa misma naturalidad que destila me asombra cada día más. Siempre pienso, esta marcha ya no se puede superar, para caer en el mismo error cada vez que asoman nuevas partituras por los atriles. Eso me ocurre con “Diez Años Contigo”. Es un tobogán, un torrente de notas que terminan en un final apoteósico cerrado por las manos de un maestro. Y Sevilla se vistió de verde y oro. 



La mañana acaba llena de imágenes, de emociones, de comentarios y tertulias aquí y allí. Tras comer y reunir fuerzas, la ciudad nos invita a descubrirla de nuevo porque Sevilla se deja querer. El sol cae sobre los naranjos entre transeúntes ociosos en busca de un café. El rumor de la calle es como un arrullo pues han sido muchas las emociones desde muy temprano. 

Pero el plato fuerte todavía está por llegar. El arco de la Macarena asoma frente a nosotros. Algunos comentan que parece más grande en la tele. Bajamos del autobús y cada uno va tomando su lugar, unos afinan instrumentos, otros esperan a la entrada de la emblemática Basílica. De repente, me llaman y casi sin solución de continuidad le estoy estrechando la mano al Hermano Mayor de la Macarena, Manuel García García, que pacientemente nos espera para acogernos en el templo. Es su calidez, la cercanía que desprende una persona a la que esperaba distante lo que me descoloca gratamente. Charlamos distraídamente como si de toda la vida nos conociéramos. Nos cuenta anécdotas de una Hermandad que hace verdadero honor a su nombre pues casi de inmediato nos sentimos como en casa. 

La sombra protectora de los asistentes de banda se hace presente cuando disponen las sillas que seguidamente ocupan nuestros músicos. La representación de nuestra junta de gobierno con Diego Rodríguez y Fernando Toral a la cabeza toma el primer banco de la derecha. La Basílica ya está repleta de ubetenses. Es una estampa familiar que me recuerda a mi ciudad porque entre ellos reconozco caras de amigos; Jesús Blanco, nuestro director de banda de cabecera, hijo y nieto de insignes fundadores. Un poco detrás veo a mi padre, Joaquín Chamorro, el hermano más antiguo hoy aquí, con quien se funde el origen de nuestra Hermandad entre estos nobles muros. 



Recorro con la mirada los bancos repletos de paisanos que han venido a acompañarnos. Por un momento me siento en la Ofrenda de Luz del Sábado de Pasión. Y en cierta medida se respira ese sentimiento de recogimiento y admiración en nuestros semblantes, curiosos y atentos a cada detalle. Entonces, Miguel Chamorro, director de la Banda del Amor se dirige a todos: “En nombre de la Real Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén y María Santísima del Amor, en el de la Banda del Amor y en el mío propio es un honor estar aquí esta tarde. A continuación vamos a interpretar dos piezas dedicadas a nuestros Sagrados Titulares, “Al Rey de la Trinidad” y “Madre del Amor”, muchas gracias.” 



La Santísima Virgen de la Esperanza Macarena vestida de negro como es preceptivo durante el mes de noviembre acoge al Amor que a sus plantas se despliega formando un semicírculo perfecto. A su derecha, Ntro. Padre Jesús de la Sentencia con su túnica encarnada observa misericordioso mientras suenan las primeras notas que llenan la barroca basílica. En ese momento el elegante uniforme de un músico capta mi atención. Es distinto a los demás y reconozco a quien esta mañana entregó un cuadro conmemorativo del Certamen “Madre Cigarrera 2012” a nuestra banda. Es David Barba, músico de Cigarreras, ubetense, que ha querido compartir este momento con nosotros. 


La percusión tiene nombre de mujer. Está dirigida por el experto redoble de Carmen Expósito. Los tambores retumban al unísono constatando una acústica magnífica. Tras acabar la primera obra se hace un respetuoso silencio que únicamente rompe con su aplauso el Hermano Mayor de la Macarena, al que seguidamente todos imitamos. Es entonces cuando comienzo a darme cuenta de la emoción contenida que nos embarga y que aflora de golpe, como la de Marcos después de escuchar el cálido solo de trompeta de su hijo Alejandro Gallego. Nuestros solistas David García y Pedro Benito acarician cada nota, y rezan a su manera porque esta noche la música es oración y así lo sentimos. Con el eco del último acorde veo a nuestros hermanos del Borriquillo conmovidos, muchos se acercan a sus hijos fundiéndose en un sentido abrazo. Y constato el verdadero valor de nuestra cofradía, esa llama de hermandad que gracias a los más jóvenes mantenemos viva. 

A continuación, ambas cofradías intercambian obsequios, muestras de gratitud compartida, de hermandad sincera, como reza la dedicatoria de Manuel García en el precioso cuadro de Nuestra Madre de la Esperanza: “A la Banda de Cornetas y Tambores María Santísima del Amor de Úbeda, pidiéndole a la Virgen de la Esperanza les guíe y proteja”. 



Después nos dirigimos al cuidado museo de la Macarena donde disfrutamos de magníficos mantos espléndidamente bordados, ricos ornamentos que me parecen inverosímiles. Nuestras miradas escrutan cada detalle de orfebrería, cada centímetro de pan de oro hasta llegar a una cartela que representa a Jesús a lomos del Borriquillo; la misma iconografía que esta mañana he observado en el pórtico de la Catedral. 



Los majestuosos pasos de palio y misterio se yerguen altivos en la segunda planta del museo. Me pregunto cómo los han subido hasta aquí. Y sala tras sala soy consciente del verdadero peso de la historia de “La Hermandad” por antonomasia. De vuelta a Úbeda, rendido ya por el cansancio, voy repasando las multitud de imágenes que se agolpan en mi mente. Ha sido un día intenso y único que siempre recordaremos. Cuando pase el tiempo, reunidos en cualquier tertulia cofrade diremos, “¡recuerdas cuando el Amor rezó a la Macarena con su música!” 

Joaquín Chamorro Ibáñez